HISTORIA | Del Villamarín a la final de Copa
Sólo en 1977 superó el Real Betis una semifinal copera en campo propio, imponiéndose al Espanyol tres días después de que se celebraran las primeras elecciones democráticas
Por Manolo Rodríguez
Es sabido que, por el momento, el Real Betis Balompié ha disputado cuatro finales de la Copa de España a lo largo de su historia: la del Presidente de la República de 1931 y las del Rey de 1977, 1997 y 2005. Cuatro momentos únicos que requirieron, obviamente, que los verdiblancos salieran vencedores en las eliminatorias de semifinales que otorgaban cada uno de esos años el derecho a participar en la deseada final.
En dos de estos cruces semifinalistas el Real Betis jugó la ida en casa y la vuelta en terreno contrario. En concreto, así ocurrió en las ediciones de 1997 y 2005, superando, respectivamente, al RC Celta de Vigo y al Athletic Club de Bilbao.
En 1931, por su parte, la semifinal lo enfrentó al Arenas de Guecho, disputándose el primer partido en tierras vascas y el segundo en el campo del Patronato. Ambos partidos concluyeron con victorias mínimas de los equipos locales por lo que se hizo obligado jugar un partido de desempate en Madrid. Allí se impusieron los verdiblancos (siendo aún, como eran, un equipo de Segunda División), ganándose de este modo en la capital de España el derecho a ser finalistas de Copa.
Sólo en 1977 se pudo vivir en el Benito Villamarín la inmensa felicidad de alcanzar una final de Copa en campo propio, ante los ojos emocionados de los béticos y con el gozo impagable de poderlo compartir desde las tribunas. Una experiencia inolvidable que 45 años después sueña con volver a reeditar el beticismo en el decisivo choque del próximo jueves contra el Rayo Vallecano.
En aquel año de 1977 el Real Betis se enfrentó en las semifinales al RCD Espanyol. El duelo de ida se jugó en el estadio de Sarriá el 11 de junio y vencieron los blanquiazules por 1-0, gol del chileno Caszely. El Betis se defendió con orden y regresó con una mínima desventaja que mantenía abiertas las puertas de la esperanza. Quizá la peor noticia de esa noche fue la lesión de Eduardo Anzarda, el máximo goleador verdiblanco en la competición. Cayó mal tras saltar por un balón y le crujió la rodilla. Y a partir de ahí se convirtió en la gran duda para el partido de vuelta.
Un encuentro que se disputaría siete días después. De sábado a sábado. Y, además, en una semana muy especial para la vida de España, que estrenaba la democracia después de cuatro décadas de abstinencia. El miércoles 15 de junio estaban convocadas las primeras elecciones generales que se celebrarían en nuestro país desde 1936 y eso marcaba un tiempo abierto a las expectativas y al futuro.
El nuevo Puente de Triana
En clave sevillana, también aquellos días trajeron algunas novedades que arraigaron en el imaginario colectivo. Así, por ejemplo, el lunes 13 se inauguró el Puente de Triana surgido tras las obras que habían durado dos largos años. «La restauración de un monumento», tal como las calificó el ingeniero Juan Batanero, autor del proyecto que dotó de un tablero nuevo al primitivo puente de Isabel II, ese que fuera inaugurado en 1852, bajo la inspiración del Carrousel de París.
Un buen momento para recordar la Semana Santa de 1974, cuando al paso de las cofradías de la Estrella y, muy particularmente, de la Esperanza de Triana, se produjo en el puente una fuerte sacudida que provocó la preocupación y el miedo entre la muchedumbre que lo abarrotaba.
Cuatro meses más tarde se cortó la circulación de vehículos y se prohibieron todas las concentraciones de público, obligando a las cofradías de Triana a acceder al centro a través de un rodeo por la calle Castilla. A partir de ahí, comenzó un intenso debate sobre si el puente debería ser demolido para construir otro nuevo de hormigón o si era posible corregir las deficiencias del original. Felizmente se impuso la segunda tesis y eso fue lo que se conmemoraba aquel día de junio de 1977 en que fue reinaugurado, como un año antes se había celebrado su declaración como Monumento Histórico Nacional.
Eso fue un lunes y el martes se hicieron públicos los precios para el partido que enfrentaría al Betis y al Espanyol en el decisivo choque que daría comienzo a las nueve y media de la noche. 1.000 pesetas la entrada más cara en Preferencia, que serían 650 para los socios. En Fondo, 600 y 400 y en las tribunas de Gol, 375 y 250.
En el orden deportivo, parecía confirmarse la baja de Anzarda, aunque se daba por segura la vuelta al equipo de Benítez. Corrió el rumor de que Esnaola estaba lesionado, pero no pasó de ser un comentario que algún periódico como «El Mundo Deportivo» llegó a calificar como «un bulo». Lo que sí se concretó fue la amigdalitis que padecía Juan Antonio García Soriano, a quien Iriondo decidió reservar por considerarlo una pieza fundamental.
Las primeras elecciones
Llegado el miércoles 15 de junio el país se despertó con una sensación desconocida para casi todos: la de votar en unas elecciones democráticas. La jornada transcurrió sin incidentes y así lo testimoniaron los periódicos de la época, resaltando: «El normal desarrollo de los comicios en Sevilla».
Al cerrarse las urnas comenzó un recuento que sería eterno (nada que ver con la inmediatez de los tiempos actuales) y día a día se fueron conociendo nuevos resultados que tardarían casi una semana en ser definitivos. Sirva como ejemplo que las cosas no estuvieron claras hasta el lunes 20 de junio cuando se dijo que el escrutinio había alcanzado el 98,3%.
En base a ello se supo que la Unión de Centro Democrático (UCD), que lideraba el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, había ganado las elecciones con 165 diputados. La segunda fuerza más votada fue el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con 118 diputados y la tercera, el Partido Comunista de España con 20. En Andalucía y Sevilla, el partido más votado fue el PSOE, seguido por la UCD.
Cerrada la agitación electoral, se volvió al fútbol. Coincidían los jugadores béticos al declarar que: «Sólo nos preocupan los nervios» y se cifraban en unos diez millones de pesetas los ingresos por taquilla. Junto a eso, cada vez resultaba más ilusionante la confirmación de que si el Betis eliminaba al Espanyol, casi con toda seguridad jugaría al año siguiente una competición europea, algo que no ocurría desde 1964.
Podría ser la Recopa de Europa, si se proclamaba campeón de Copa, o, en su defecto, la Copa de la Uefa, a la que se había hecho acreedor quedando en quinta posición en la Liga y cuyo puesto le cedería el Athletic de Bilbao (cuarto), quien a su vez participaría en la Recopa si ganaba la final. El casi lo imponía que el Athletic aún estaba a la espera de su partido de vuelta con el Salamanca. Pero, claro, en que en la ida había ganado por 6-0.
El jueves Iriondo dio descanso a los titulares y en la mañana del viernes, en el último entrenamiento, se resintió Cobo de unas molestias. Eso elevó el tono de preocupación. Descartado Anzarda, parecía que su puesto lo iba a ocupar Benítez, pero lo ocurrido con Cobo le abría al jerezano las puertas del lateral izquierdo. Iriondo dudaba, pero su confianza en Benítez siempre fue ciega, fuera cual fuera el puesto que le asignara.
A las diez y media de la noche del viernes quedaron concentrados 16 jugadores en el hotel María Luisa Park, frente a la portada de Feria. Eran los siguientes: Esnaola y Campo, porteros; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Cobo y Lobato, defensas; López, Alabanda, Cardeñosa, Rogelio y Benítez, centrocampistas y García Soriano, Megido, Eulate y Del Pozo, delanteros. Allí esperaron la hora del partido después de pedirle a los seguidores béticos que dejaran la cohetería y las manifestaciones de júbilo para el final del encuentro y que les apoyaran constantemente y sin desalentarse a lo largo del choque.
La noche de los sueños
Heliópolis presentaba un aspecto imponente cuando saltaron los jugadores al campo en la anochecida del sábado 18 de junio de 1977, festividad de San Germán.«Posiblemente, el mayor lleno de su historia», dijo el diario ABC. El Betis viste sus colores y el Espanyol sale de azul con medias blancas. Los jugadores verdiblancos reparten claveles entre los aficionados mientras retumban las palmas por sevillanas. Nadie duda que estamos ante una gran cita y nadie quiere dejar de participar, de animar, de soñar.
Dirige el partido el colegiado castellano Lamo Castillo y los equipos presentan las siguientes formaciones:
Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Benítez; López, Alabanda (Cobo, m.110), Cardeñosa; Megido, Eulate (Del Pozo, m.73) y García Soriano.
RCD Espanyol: Echevarría; Longhi, Ferrer, Ortiz Aquino, Verdugo; Molinos, Solsona, José Manuel; Manolín Cuesta (Osorio, m.82), Caszely y Marañón (Cino, m.91).
A los cinco minutos el colegiado pasa por alto un claro derribo de Ferrer a Megido dentro del área. Parece penalti claro, pero no se señala. Ruge el público y el Betis ataca, aunque no culmina, Así termina el primer tiempo. Tras el descanso, el portero españolista comparece con un chaleco rojo después de haber vestido de azul en el periodo inicial. El árbitro interpreta que se puede confundir con el uniforme que lucen los de Sarriá y por eso lo obliga al cambio.
El segundo tiempo es más de lo mismo. Ataque sin gol. El Espanyol se limita a defenderse y los verdiblancos lo intentan de todos modos. García Soriano estrella el segundo balón en los postes y tanto infortunio suena a maldición. A otra maldición.
La vida, sin embargo, cambia como un relámpago a tres minutos del final. Biosca avanza con el balón desde campo propio y los pericos se acorazan en su área cerrando todas las líneas de pase o centro. El central bético, entonces, desasistido, decide chutar desde fuera del área. El guardameta Echevarría pone las rodillas en tierra para blocar el balón, pero un bote lo sorprende. La pelota le pega en el hombro y acaba entrando mansa junto al poste derecho de la puerta de Gol Norte.
El grito de gol se oye a kilómetros de distancia. Incluso algunos aficionados saltan al campo para abrazar a los jugadores verdiblancos. Restablecida la normalidad el Espanyol tiene una clara oportunidad que Esnaola desbarata con una gran parada a Caszely. Habrá prórroga.
En ese momento, la tensión es insoportable. Pero el consuelo llega pronto. En el minuto 2 del alargue. Córner que bota Cardeñosa en la esquina de Fondo con Gol Norte. Antes de pegarle a la pelota es evidente que Biosca viene pidiéndole el balón al entrar en el corazón del área. Allí la pone el «10». Medida, como es norma. Biosca salta poderoso, le gana con mucho a Ferrer, y conecta un poderoso testarazo que entra junto al poste derecho sin darle opción al portero. Todo se ha consumado.
De ahí al final el partido es una apoteosis. Una fiesta sin precedentes. El Betis domina a placer, llega a tirar hasta diez córners en la prolongación, y obliga al Espanyol a sacarbandera blanca. El graderío, enloquecido, proclama sin parar: «Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid».
Precisamente con ese grito repetido hasta la locura titula su crónica el ABC. El MARCA confiesa haber vivido: «Dos horas indescriptibles» y el AS resalta que la afición bética pasó: «Del infarto al delirio». Y todos, por supuesto, se vuelcan en elogios con el equipo verdiblanco y muy particularmente con el goleador Biosca, al que definen como un coloso.
Esto ocurrió la única vez que el Real Betis alcanzó una final de Copa en campo propio. Y así hemos querido relatarlo en esta apresurada crónica de una semana. Más o menos el tiempo que resta hasta que el corazón de Heliópolis empuje otra vez la culminación del sueño finalista. Entonces fue con el Espanyol y ahora es contra el Rayo.
Descontemos, pues, los días con la ilusión de que las cosas puedan volver a ser como hace 45 años. Con el dulce recuerdo de la noche heliopolitana que desembocó en una final.
Una final que se acabó ganando.
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