El Leganés muere de pie ante el campeón
Muere de pie el Leganés, un equipo rescatado por la fe y el cuajo de Javier Aguirre, un tipo que habla fútbol puro. Un gol le separó de la salvación, un gol posible que persiguió más allá del aliento del propio campeón, hasta convertir Butarque en el Álamo de la Liga, el lugar donde el Madrid no pudo cumplir su pleno, aunque poco importaba eso donde sólo importaba la vida. Como el Álamo, Butarque, al final, cayó.
El técnico mexicano había conseguido inflamar la fe de los suyos hasta avistar la orilla con aire en los pulmones. El Lega era el único de los sentenciados que llegaba vivo a la última jornada. El problema no era únicamente que dependiera de otro resultado, el del Celta en Cornellà, sino que el último invitado era el mejor del torneo, y con ganas de sentirse de tal modo, de retroalimentarse emocionalmente camino de un desafío en la Champions.
Areola fue una de las concesiones de Zidane a un once en el que se mantenía la mayor parte de la columna: Sergio Ramos-Casemiro-Benzema. La decisión aseguraba el trofeo Zamora a Courtois sin jugar, pero el perfil del equipo emitía un mensaje claro en un día sin nada material en juego para los blancos, ya con el título en sus manos, pero con el atractivo del pleno en la Liga poscovid y con el deber que exigía la profesionalidad en la competición, dados los intereses ajenos. Lo que para el Madrid era la honra, para el Leganés era la vida, y esa vida encontró esperanza precisamente bajo las piernas de Areola. Duró hasta el final, pese a los errores propios que permitieron adelantarse sucesivamente al Madrid, como quería Aguirre, pero faltó lo que dicta la calidad, siempre impía.
Si bien el Leganés había logrado evitar un descenso prematuro gracias a su fortaleza defensiva, al no encajar un solo gol en los últimos cuatro partidos, frente al Madrid lo hizo en unos minutos, exactamente ocho. Sucedió de la forma más burda e inocente, al dejar la defensa absolutamente solo a Sergio Ramos en el centro del área, en una acción a balón parado. Isco no necesitó afinar demasiado para encontrarlo. La ira de Aguirre era visible en el vestuario, como lo sería en el segundo tiempo, cuando una mala entrega volvió a dejar el balón a Isco, que lanzó a Asensio a la zona de castigo. No perdonó el balear para volver a poner en ventaja al madrid. Llegó el técnico para lo imposible y estuvo a un suspiro de lograrlo en un equipo que se desprendió de fuego con las ventas de Braithwaite y En-Nesyri.
Bryan Gil no tiene el mismo peso, pero sus maneras indican que puede tener mucho más. A sus 19 años, asumió el rol de liderar la esperanza, en sociedad con Jonathan Silva. Ambos encontraron espacio en la izquierda, donde Zidane había situado como lateral alternativo a Lucas Vázquez. Un chico para todo que siempre tiene el agradecimiento del entrenador. Cuando Jonathan Silva pudo encontrar a Bryan Gil en situación de ventaja en el área, el joven delantero realizó un control orientado y cruzó blandito. El balón pasó por debajo de las piernas de Areola.
El Leganés había hecho lo más difícil, como era empatar frente al Madrid, pero sus propios errores lo devolverían a la desventaja, al iniciarse el segundo tiempo, con el tanto de Asensio. Aguirre decidió entonces quemar las naves, romper la táctica y entregarse a un suicida intercambio de golpes, al poner en el campo a Avilés y Assalé. No le quedaba otro remedio.
Era un buen escenario para que Benzema hubiera llenado el saco en su aspiración al Pichichi, pero los dos tantos de Messi en Vitoria y la hora de juego pasada convertían el propósito en una quimera. Mejor, pues, descansar y evitar más riesgos. Zidane dio minutos a Jovic y Brahim sin retirar del campo a Vinicius, que, cosa extraña había pasado desapercibido. Pero la fe, hermana de la desesperación, pertenecía ya al Leganés, que porfió hasta empatar, por medio de Assalé, y creyó más que nunca, pero la calidad es mortificante, como mostraron las ocasiones erradas por Avilés. Ni siquiera el VAR, en un posible penalti, evitó su drama. Le queda el orgullo en su viaje a Segunda. Si lo conserva, hay billete de vuelta.