HISTORIA | Fútbol en tiempos de Exposición
El Real Betis llegó a la final del Trofeo Ciudad de Sevilla del año 1992, un torneo que excepcionalmente reunió a 6 equipos y se disputó tanto en Heliópolis como en Nervión
Por Manolo Rodríguez
En el verano de 1992 Sevilla era la capital del mundo. Entraba en su recta final la Exposición Universal y también el fútbol reivindicaba su protagonismo. Por ello, el Ayuntamiento hispalense, que presidía entonces el andalucista Alejandro Rojas Marcos, decidió revitalizar el Trofeo Ciudad de Sevilla, aquel acontecimiento que había sido bandera futbolística y sociológica de la ciudad durante la década de los 70 y que tan abruptamente desapareció a principios de los 80 cuando le puso la proa el eterno rival.
El Consistorio apostó fuerte desde el principio por la resurrección del Trofeo tras 11 años de ostracismo y, enseguida, alcanzó un acuerdo con los equipos sevillanos. Les garantizó treinta millones por su participación y otros nueve por ceder sus estadios, más un suculento premio de diez millones si llegaban a la final del torneo. Total, cerca de cincuenta millones, a los que no se les podía decir que no.
Pero, además, el alcalde no quería que el Trofeo se ajustara al formato tradicional de la década pasada. Nada de 4 equipos, 6. Y no se jugaría en un solo campo, sino en los dos, lo mismo en Heliópolis que en Nervión.
La ambición respecto a la categoría de los participantes también fue muy evidente desde el principio. Rojas Marcos quería que, además de acoger el duelo entre los equipos sevillanos, el Trofeo sirviera para escenificar un enfrentamiento entre el Real Madrid y el Barcelona. Pero el club del Bernabéu no aceptó el envite, arguyendo compromisos ya contraídos, aunque siempre quedó la impresión de que los blancos no estaban dispuestos a correr un riesgo tan importante cuando la temporada apenas empezaba a amanecer.
Finalmente, y previo acuerdo con Canal Sur (que pagó 75 millones) para que retransmitiera los encuentros, quedaron conformados dos grupos de tres equipos, a razón de dos conjuntos nacionales y uno extranjero en cada uno de ellos. Todos jugarían contra todos y los primeros clasificados de cada una de estas liguillas disputarían la final, que tendría como escenario el Sánchez Pizjuán.
En el grupo que tenía como cabeza de serie al Real Betis y que, por supuesto, actuaría en el Benito Villamarín, quedaron encuadrados, juntos a los verdiblancos, el F.C. Barcelona y el Vasco de Gama brasileño, campeón, por cierto, de la edición de 1979.
En el grupo de Nervión actuarían el Sevilla F.C., el Atlético de Madrid y el Oporto de Portugal.
Apertura en Heliópolis
El telón del atípico trofeo de 1992 se alzó en el Benito Villamarín a las ocho de la tarde del lunes 17 de agosto con el Real Betis como protagonista. Aquel Betis que seguía en Segunda y al que había llegado como entrenador el argentino Jorge D’Alessandro.
Se enfrentó al Vasco de Gama y, en un buen partido de los locales, se impuso a los cariocas por 2-0, con goles de Cuéllar y Kukleta. Dijeron las crónicas que el sencillo fútbol del Betis invitaba a la esperanza y el único aspecto desafortunado de tan agradable debut fue el vacío espantoso que registraba el estadio, con una pobrísima entrada en tarde de insoportable calor.
En este encuentro el Betis estrenó en sus camisetas la publicidad institucional de Marbella ?cuyo alcalde era Jesús Gil, presidente, asimismo, del Atlético de Madrid-, que ya le acompañaría durante toda la campaña. Cuarenta millones cobró por ello y, además, se llevó la satisfacción de oír en boca del alcalde marbellí la siguiente reflexión: «Ha habido muchos equipos que han querido conseguir esta esponsorización, pero finalmente nos hemos decidido por el Betis por tratarse de un equipo emblemático, con gran apoyo popular y con buena imagen en toda España».
Como anécdota respecto a este asunto, conviene decir que Jesús Gil, en un primer momento, intentó que las letras de la palabra «Marbella» fueran de color rojo. Pretensión que, por razones obvias, fue desechada de inmediato por los responsables béticos. Finalmente, fueron azules.
Con arbitraje del andaluz López Nieto, las primeras alineaciones de aquel Trofeo fueron las siguientes:
Real Betis: Diezma; Márquez, Ivanov, Ureña, Monreal; Tab Ramos, Merino I, Gabino (Roberto, m.56), Cuéllar (Merino II, m.64); Mel y Kukleta (Loreto, m.73).
Vasco de Gama: Carlos Germano; Luiz Carlos, Jorge Luis, Flavio, Tinho; Luisinho, Cassio, Junior (Waldir, m.74); Bismarck; Edmundo (Roberto «Dinamita», m.70) y Leandro (Eduardo, m.65).
Empate contra el Barcelona
Al día siguiente, los verdiblancos se enfrentaron al FC Barcelona ?vigente campeón de Europa- en el segundo encuentro del Trofeo. El partido tenía innegables atractivos, pero el calor y la televisión volvieron a dejar al público en casa. La entrada volvió a ser muy pobre, a pesar de que el encuentro salió mejor de lo que cabía esperar en una fecha tan temprana. El primer tiempo, en particular, fue vibrante y jugado a un ritmo altísimo, aunque los goles no acabaron por llegar.
Al final, empate a cero y todo fiado a lo que ocurriera en el partido entre los azulgranas y el Vasco de Gama. Habida cuenta de que los del Camp Nou se impusieron al Betis en la tanda de penaltis preventiva que seguía a cada encuentro, éstos serían finalistas si derrotaban por dos goles de diferencia a los brasileños.
El encuentro entre béticos y barcelonistas fue presidido por el presidente de la Junta, Manuel Chaves, y en el mismo estuvo presente el seleccionador nacional Javier Clemente, quien elogió largamente a los verdiblancos al declarar que: «El Betis ha estado extraordinario, ha trabajado mucho y ha demostrado tener un buen conjunto, con jugadores muy hábiles y técnicos».
Mucho más drástico estuvo Johan Cruyff, el técnico blaugrana, quien cargó contra sus jugadores al manifestar que «el Barcelona ha sido un desastre».
Arbitró el colegiado andaluz Alfonso Álvarez y las formaciones fueron las siguientes:
Real Betis: Diezma; Márquez, Ivanov, Ureña, Monreal; Tab Ramos, Merino I, Roberto (Julio, m.62), Cuéllar; Mel (Zafra, m.73) y Kukleta (Loreto, m.46).
FC Barcelona: Zubizarreta; Nadal, Koeman, Serna, Goicoechea; Eusebio (Pablo Alfaro, m.65); Baquero (Juan Carlos, m.62), Amor, Witschge; Julio Salinas y Beguiristain.
Jorge D’Alessandro, entrenador bético, dijo con resignación al finalizar el partido que «ahora sólo queda esperar un milagro del Vasco para poder llegar a la final», y, sorprendentemente, el milagro se hizo carne, ya que el miércoles 19 de agosto los brasileños derrotaron por 3-1 al poderoso Barça con un recital de toque y fantasía que aún recuerdan los apenas mil espectadores que asistieron al partido.
De este modo, el Betis se convirtió en finalista del Trofeo Ciudad de Sevilla de la Exposición Universal de 1992, al haber contabilizado en su grupo tres puntos, por dos del Vasco de Gama y uno del Barcelona. Una buena noticia que a los futbolistas les reportó una prima de 200.000 pesetas por cabeza.
En la otra orilla, en los partidos jugados en Nervión, también hubo sorpresa. El Oporto se impuso al Sevilla y empató con el Atlético de Madrid, mientras que los anfitriones y los rojiblancos igualaban en el primero de los encuentros. O sea, que el Oporto sumó tres puntos, por dos del Atlético de Madrid y uno del Sevilla.
La final sería Betis-Oporto, el viernes 21 de agosto, a las diez de la noche, en el Ramón Sánchez Pizjuán.
Gordillo vuelve a vestirse de verdiblanco
Bueno, la final se pudo jugar en Nervión por los pelos, ya que al mediodía del día del encuentro el gerente del Sevilla, Manuel Vizcaíno, se personó en el despacho del concejal de Deportes del Ayuntamiento hispalense, Emilio Lechuga, exigiéndole el cobro en metálico de los más de cuarenta millones de pesetas que el club blanco tenía pactados con el Consistorio por jugar el trofeo y por ceder sus instalaciones.
Lechuga manifestó su imposibilidad para atender el ruego, por lo cual Vizcaíno, amenazó con no abrir el campo esa misma noche. A tal punto llegaron las cosas que a las tres y media de la tarde el concejal telefoneó al presidente del Betis, José León, para sondearlo sobre la posibilidad de que el club verdiblanco, en una situación in extremis, acogiera en su estadio el choque. León respondió en sentido afirmativo, ya que el Betis pretendía que la final se jugara en su estadio. Finalmente, sin embargo, no fue necesario modificar los planteamientos iniciales, ya que hubo acuerdo y el partido se disputó en Nervión.
Pero esta no fue la única polémica de la final. Hubo otra con el árbitro, ya que Lopera estuvo forcejeando hasta última hora para que se sustituyera al colegiado designado, que era el guipuzcoano Urío Velázquez. El motivo de la solicitud era que no se repitiera el, a juicio del Betis, parcial arbitraje de Urío en el primer partido de la promoción jugada por los verdiblancos meses atrás contra el Coruña.
Esta vez, sin embargo, el Colegio Nacional de Árbitros, no atendió la petición de Lopera y pitó Urío. Muy mal, por cierto, ya que todo el mundo en el entorno bético se quejó agriamente de la actuación arbitral. Lopera volvió a recordar «que el Betis está en Segunda por culpa de este señor» y León fue aún más contundente al declarar que «hemos intentado cambiarlo, pero no ha podido ser. Urío ha cobrado 354.000 pesetas por este partido y no podía dejar pasar este chollo».
Sea como fuere, el caso es que el Betis perdió por 2-0 y que el segundo gol lusitano vino como consecuencia de un penalti en el que Julio derribó al delantero portugués fuera del área.
La exigencia bética que sí fue atendida fue la del delegado de campo. Los dirigentes verdiblancos se mostraron inflexibles a la hora de exigir que el delegado de campo fuera Pedro Buenaventura, y se salieron con la suya al argumentar que «como locales, debemos contar con ese derecho, ya que la decisión de que el partido se dispute en el Sánchez Pizjuán es meramente accidental y determinada por una decisión municipal».
En cuanto al partido, el Betis jugó bien, mereció más, y la afición verdiblanca revitalizó el alicaído Trofeo acudiendo en masa al Sánchez Pijzuán. Treinta mil espectadores en las gradas ?nada que ver con todo lo anterior- y un ambiente de «verde claridad sonora», como publicó algún diario, en el que se produjeron los primeros vítores a Ruiz de Lopera.
Pero la gran noticia de la final llegó a las once de la noche y veinticuatro minutos de aquel viernes 21 de agosto de 1992. Cuando se jugaba el minuto 61 de partido. El momento en que volvió a saltar al campo luciendo el escudo de las trece barras Rafael Gordillo Vázquez. Siete años después. La hora y el día en que le fue devuelto a la memoria de los béticos el último mito de la década. Un dios verdiblanco que, paradojas del destino, recuperó su condición natural? en el Ramón Sánchez Pizjuán.
Al final del encuentro, el alcalde entregó el trofeo de campeón al capitán del Oporto, Joao Pinto, y el de subcampeón a Gabino. El estadio, entonces, era un puro clamor de «Betis, Betis», con el que se homenajeaba a un equipo que invitaba a la ilusión y que parecía dispuesto a emprender la operación retorno.
Estas fueron las alineaciones de aquella final jugada en el año en que Sevilla fue capital del mundo durante seis meses.
Real Betis: Diezma; Márquez, Ivanov, Ureña (Julio, m.59), Monreal; Tab Ramos, Merino I, Gabino (Roberto, m.74), Cuéllar (Gordillo, m.61); Mel y Kukleta.
Oporto: Víctor Baía; Joao Pinto, Fernando Couto, Ze Carlos, Bandeirinha; Carlos Santos (Tozé, m.45), Jorge Couto (Timofte, m.83), Semedo, André; Paulinho (Magalhaes, m.74) y Domingos.
Domingos y Timofte fueron los goleadores del equipo portugués. Una escuadra en la que formaban conocidos posteriores como Victor Baía y Fernando Couto ?quienes se enfrentarían al Betis luciendo la camiseta del Barcelona en la final de Copa de 1997- y Domingos Paciencia, jugador del Tenerife del 97 al 99 y entrenador del Deportivo de la Coruña en 2012.
Hecho el balance del torneo, el fracaso económico fue evidente. Más de cien millones en pérdidas. El público, salvo en la final, no respondió y el «Ciudad de Sevilla» con 6 equipos resultó un episodio desafortunado que, como es natural, no se volvió a repetir.